sábado, 27 de septiembre de 2008

LA OBSERVACION DE LA LUNA


Después del Sol, es la Luna el astro que más atención ha suscitado siempre entre los hombres. Casi todas las mitologías le conceden una importancia similar a la del astro rey. Muchos pueblos primitivos -especialmente los de naturaleza matriarcal- rendían a nuestro modesto satélite un culto similar o superior incluso al del poderoso astro del día y la Luna fue, más que el Sol, uno de los objetos naturales preferidos por los poetas de todas las épocas. Si los movimientos aparentes del Sol han dado lugar a las dos unidades de tiempo más importantes en la vida del hombre, los días y los años, los movimientos de la Luna han originado, a su vez, la división del tiempo en semanas y en meses.

El misterio de su pálida luz envolviendo dulcemente el paisaje nocturno presta a la Luna un encanto visual que ningún otro cuerpo celeste posee: ni siquiera el Sol, que en sentido estricto no puede ser «contemplado» con nuestros ojos, y por eso corremos el riesgo hasta de olvidarnos de su presencia: la Luna, en cambio, resulta tan visible, que no podemos ignorarla. «¿Qué es más importante, el Solo la Luna?», pregunta un personaje de Tolstoi. «La Luna -responde el otro-, porque nos alumbra de noche, mientras el Sol luce de día, cuando no hace falta.»

Por su fácil visibilidad, la Luna ha jugado siempre un papel fundamental en la historia del hombre. Es el único astro, de todos los que existen, cuyos detalles podemos contemplar a simple vista. Ni el más poderoso telescopio del mundo nos proporciona de Maree una imagen tan diáfana y tan bien definida como la que de la Luna nos permite el simple uso de nuestros órganos visuales.

J. L. Comellas/Guía del Firmamento