jueves, 17 de julio de 2008

Las ciudades donde nunca anochece





En las imágenes podemos apreciar los efectos de la contaminación lumínica en las ciudades de nuestro civilizado mundo. El modelo de desarrollo caótico basado en el consumo y el derroche, produce paradojas como esta: “con la energía de se desperdicia por iluminación innecesaria, se podría paliar gran parte del hambre en el mundo”.

A continuación extractamos un artículo de prensa, con el fin de darnos cuenta de esto pasa aquí, cerca de nosotros.

Comunidad Valenciana: La contaminación lumínica en Valencia derrocha el 40 por ciento del gasto energético urbano, según el Observatori Astronòmic. Son las cuatro de la mañana de un miércoles en el parque del Parterre. Ni rastro de gente paseando entre los centenarios ficus. Sin embargo, unos potentísimos focos alumbran directamente al interior de sus inmensas copas. Y también al cielo. Las estrellas se apagan; al menos para la vista del paseante. Los pájaros, desorientados, desconocen la diferencia entre la noche y el día en Valencia, que lidera la lista de ciudades españolas con mayor índice de contaminación lumínica. Es decir, con mayor gasto energético por habitante en alumbrado y peor diseño de sus luminarias. Los 82.000 puntos de luz le cuestan a las arcas municipales 10 millones de euros anuales. ‘Es un problema de concienciación ciudadana y política’, analiza Fernando Ballester, doctor del Observatori Astronòmic de la Universitat de València. Ballester cree que los políticos no interpretan el derroche de luz como un elemento contaminante tradicional como el humo de los coches. Sin embargo, hay numerosos factores que alertan del exceso de luz artificial como un elemento que favorece el cambio climático. Basta con saber que la energía desperdiciada por el alumbrado de Valencia supone el 40 por ciento del gasto energético urbano, según esta institución. La energía necesaria es creada por centrales térmicas que desprenden dióxido de carbono. Pere Horts, coordinador autonómico de la plataforma contra la contaminación lumínica Celfosc, fecha el inicio del despilfarro a principio de los años 90. ‘Los técnicos españoles de iluminación ironizaban en 1992, coincidiendo con las inversiones de los juegos olímpicos de Barcelona, con el trauma catalán de los valencianos para explicar el furor de Rita Barberá por la luz artificial’, recuerda. El incremento desmesurado del alumbrado obligó al Observatori Astronòmic a abandonar en 1995 su sede en la avenida de Vicente Blasco Ibáñez por un nuevo emplazamiento en Aras de los Olmos, a 100 kilómetros de Valencia. En los años posteriores, el gobierno municipal incorporó 30.000 nuevas farolas. El exceso lumínico de la ciudad ha traspasado las fronteras. Hace dos meses, una cadena de televisión alemana escogió a Valencia como ejemplo de alumbrado imperfecto. Katrin Stevens, de Els Verds de la Ciutat de València, les proporcionó las claves del derroche: ‘Se empeñan en poner las farolas de estilo modernista con el cristal lechoso que obliga a usar más potencia’. Los ecologistas simplemente exigen que las luces apunten hacia el suelo. ‘En la avenida del Puerto las farolas son las idóneas, pero estropearon la remodelación añadiendo más puntos de luz de los necesarios’, lamenta Stevens.

Extracto: Diego Barcala/ElPais.com